Autora: Jacqueline Clarac de Briceño
“Él aprendió a nunca pasar de noche debajo del maitín, aprendió a respetar las aves de la laguna, a no enfadar a la gran culebra, también aprendió el lenguaje del agua y de los aires, con el cual se puede mandar a estos, se puede hacer llover, parar el granizo y el trueno u ordenar a la tempestad que se vaya bien lejos. También aprendió a mirar el arcoíris y a preguntarle por el tiempo.»
El águila y la culebra